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Batalla de Sagrajas

De Wikipedia, la enciclopedia libre

La batalla de Sagrajas o Zalaca (en árabe: الزلاقة‎) se libró en Sagrajas, en las proximidades de Badajoz (España), el 23 de octubre de 1086, entre las tropas cristianas de Alfonso VI de León y las almorávides de Yúsuf ibn Tasufín, con la derrota de las primeras.

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Transcription

En el siglo VIII tendrá lugar uno de los hechos más determinantes para la historia de España: la invasión musulmana. En el año 711, los musulmanes se apoderan de un reino visigodo muy debilitado por las luchas intestinas. Hispania se convierte, a partir de entonces, en al-Andalus, una parte más del Imperio creado por Mahoma cien años antes. A lo largo de sus ocho siglos de existencia, al-Andalus será un escenario de mestizaje e intercambio, el puente a través del cual llega a Europa la herencia del saber del mundo clásico. La invasión musulmana se desarrolla en varias expediciones a lo largo de cuatro años. Entre 711 y 725 toda la península ha sido ocupada, salvo pequeños núcleos en Asturias y los Pirineos. Tras unos años de sequía, los invasores se retiran tras los ríos Duero y Ebro. La retirada favorece la recuperación de los núcleos cristianos. El pequeño reino de Asturias se convertirá en el punto de partida de la resistencia al invasor, la llamada Reconquista. Tras la legendaria batalla de Covadonga, hacia 720, Pelayo y otra serie de reyes asturianos expanden el reino hacia el sur. Navarra se mantiene independiente, mientras que Carlomagno ocupa los territorios al norte del Ebro, organizando los condados catalanes y la Marca Hispánica para frenar a los musulmanes. En el siglo X, la zona musulmana de Hispania se ha convertido en Califato. Abderramán III y sus sucesores organizan una corte califal llena de lujo y boato, ampliándose la mezquita cordobesa y edificando la ciudad palaciega de Medina Azahara. Por el lado cristiano, el reino de Asturias se convierte ahora en el de León. Ramiro II será su monarca más poderoso, derrotando a los musulmanes en Simancas en el año 939. A finales de siglo, sin embargo, la expansión de los reinos cristianos sufre un fuerte retroceso, debido al empuje de los musulmanes, dirigidos ahora por Almanzor. La situación cambiará radicalmente en la centuria siguiente. Durante el siglo XI, el califato de Córdoba se desintegra en numerosos reinos, llamados de taifas. Galicia, León, Castilla, Navarra y Aragón se organizan como reinos, mientras que en Cataluña evolucionan los condados catalanes. La división musulmana favorece las incursiones leonesas, castellanas y aragonesas, en un avance demoledor. La debilidad de los reinos de taifas y la presión de los ejércitos cristianos movieron a los andalusíes a llamar en su ayuda a la dinastía africana de los almorávides. Estos consiguen en el año 1086, en Sagrajas, frenar la expansión cristiana. Los almorávides controlarán al-Andalus durante cerca de 100 años, pero su poder acabará por debilitarse, lo que aprovechan los reinos cristianos para atacar. Los aragoneses ocupan el valle del Ebro. Castellanos y leoneses toman la cuenca del Tajo, mientras que los portugueses ganan Lisboa. La presión de los cristianos motivará de nuevo la entrada de un pueblo musulmán africano, los almohades, que sustituirá en el gobierno de al-Andalus a los almorávides. El gran enfrentamiento entre cristianos y almohades se producirá en Alarcos en el año 1195. El rey castellano Alfonso VIII llegó a Alarcos y se situó en retaguardia junto a sus Caballeros, mientras que la vanguardia la ocupaba la Caballería pesada, dirigida por López de Haro. Enfrente, voluntarios y arqueros forman el ataque almohade, con las tropas de Abu Yahya detrás, tribus magrebíes y andaluces a ambos flancos y, en retaguardia, Al-Mansur y sus tropas. La caballería pesada cristiana comienza el ataque, que se produce en oleadas, aplastando a la vanguardia almohade y pereciendo el mismo Abu Yahya. En respuesta, la caballería almohade rodea a los cristianos por ambos lados, mientras que sus arqueros lanzan una lluvia de flechas. Las bajas cristianas son numerosas. Derrotados, Alfonso VIII debe huir en dirección a Toledo, mientras que las mesnadas de Lopez de Haro se refugian a duras penas tras los muros de Alarcos. Cercado, será liberado a cambio de algunos rehenes. Los cristianos han perdido la batalla. Como consecuencia de la derrota cristiana, las fronteras volvieron a las riberas del Tajo, formando los musulmanes un frente homogéneo desde Portugal a Cataluña, a lo largo del Tajo, el Guadiana y el Ebro. La victoria almohade en Alarcos supuso un duro golpe para los reinos cristianos. La situación se agravó en 1211, cuando el castillo de Salvatierra, único baluarte cristiano al sur del Tajo, cae en manos musulmanas, amenazando Toledo. Ante la delicada situación, el rey castellano Alfonso VIII solicita la ayuda del resto de reinos cristianos y del papa Inocencio III, que da a la lucha el carácter de cruzada. Respondiendo al llamamiento llegan a Toledo tropas de Aragón y numerosos cruzados de toda Europa. León y Navarra, por el contrario, rehúsan unirse a la partida. El 19 de junio de 1212 salieron de Toledo las huestes cristianas. En su camino tomaron las plazas musulmanes de Malagón, Calatrava, Alarcos y Caracuel. Aquí se les unió el ejército de Sancho de Navarra, con sólo 200 caballeros. Tras una escaramuza en el Puerto del Muradal, el choque definitivo se producirá junto al lugar llamado Mesa del Rey. Será la batalla de las Navas de Tolosa. En el ejército cristiano, unos 12.000 hombres divididos en tres cuerpos, el rey de Aragón mandaba el ala izquierda, correspondiendo el centro al castellano y la derecha al navarro. En primera línea se colocaron las respectivas vanguardias, con los ejércitos y costaneras en el centro y las zagas mandando las retaguardias. Los musulmanes, unos 10 o 12.000, instalaron su campamento en el Cerro de las Viñas, con la infantería al frente y la caballería ligera en los flancos. Detrás se situó la caballería pesada almohade, con la zaga musulmana guardando el campamento del Califa. Las primeras luces del día 16 de julio de 1212 ponen en marcha el avance cristiano, hostigado por una lluvia de flechas. Pronto la vanguardia chocó con las defensas musulmanas, que se cerraron sobre ella, causando numerosas bajas. Al ver retroceder a los cristianos, los musulmanes rompieron su formación para perseguirles, lo que fue un grave error táctico. En ese punto, los tres reyes con sus mesnadas, lo más granado del ejército cristiano, se lanzaron por el centro que la caballería enemiga había dejado abierto. Al poco quedaron rotos tanto el frente almohade como su zaga, produciéndose su desbandada. Los cristianos se lanzaron sobre el campamento enemigo, aplastando a la guardia musulmana y poniendo en fuga al propio califa. La batalla había terminado. La victoria en las Navas de Tolosa aumentó la presión cristiana sobre los musulmanes. Por el reino de Aragón, Jaime I conquistó Mallorca e Ibiza, así como el reino de Valencia. Fernando III de Castilla ocupó la baja Extremadura, Sevilla, Córdoba, Jaén y Murcia, mientras que Sancho IV toma Tarifa. Por su parte, Portugal completa la conquista del Algarve hacia 1250. Caído el imperio almohade, el último reducto musulmán de la Península es el reino nazarí de Granada, fundado en al año 1238. Por parte cristiana, Castilla se configura como el reino más poderoso y el mayor enemigo de los nazaríes, mientras Portugal, Navarra y Aragón buscarán objetivos distintos. Desde el principio, el reino de Granada fue un objetivo castellano. La batalla del Salado, en 1340, supuso un primer revés para los granadinos. La alianza de los reinos de Castilla y Aragón mediante el matrimonio de los Reyes Católicos propició el asalto definitivo sobre el Reino de Granada. El hostigamiento a los nazaríes se produjo en varios frentes. Por mar, fueron atacadas plazas como Marbella, Málaga o Almería. Por tierra, desde Marchena, Córdoba o Ubeda salieron distintas expediciones de conquista. Los ataques nazaríes sobre Tarifa, Utrera o Lucena no evitaron el progresivo debilitamiento del reino. La caída de la capital, Granada, era sólo cuestión de tiempo. En 1491 comenzó el asedio a la ciudad de Granada, que duró casi un año. Tras el incendio del campamento cristiano se reforzó el sitio con la construcción de una ciudad militar, Santa Fe, como centro de operaciones. 50.000 combatientes impusieron un severo cerco alrededor de la ciudad de Granada. Los granadinos, impotentes, realizaron diversas incursiones en campo abierto, que fueron rechazadas por los cristianos. El hambre y las enfermedades minaron su resistencia. Finalmente, la ciudad se rindió el 2 de enero de 1492. La caída del reino de Granada conllevó el destierro para su rey, Boabdil, a quien se concedió el dominio de las Alpujarras. Boabdil se instaló con su familia en Andarax, hoy Laujar, donde vivirá un año. posteriormente embarcó en Adra con destino a África. La rendición de Granada a los Reyes Católicos pone fin a siete siglos de lucha en la Península Ibérica entre musulmanes y cristianos, conocidos como Reconquista. Además, el reinado de Isabel y Fernando supone el comienzo de un proceso homogeneizador, de unificación cultural, que se manifiesta principalmente en la cuestión religiosa, con la conversión obligada de los musulmanes de Granada y la expulsión de los judíos, y que se completará en el siglo XVII con la expulsión de los moriscos. Acabada la Reconquista, Castilla prosigue su expansión con la anexión de Navarra y emprendiendo sus exploraciones atlánticas, siguiendo la estela de Portugal y empujada por los continuos avances técnicos. El fin de la Reconquista no supondrá, sin embargo, la desaparición del sustrato cultural andalusí, conservándose un importante legado científico, literario, artístico y etnológico, parte indispensable de la identidad hispana.

Antecedentes

Un año antes, Alfonso VI había tomado Toledo, lo que alarmó a los reyes de algunas taifas de la península ibérica, quienes solicitaron la ayuda militar de Yúsuf ibn Tasufín. Desembarcó en Algeciras al mando de un ejército de musulmanes (los almorávides) con el que se dirigió hacia el norte. El monarca leonés, apoyado por el rey de Aragón, salió a su encuentro, que tuvo lugar en Sagrajas, cerca de Badajoz. Tras un primer empuje de las fuerzas leonesas y castellanas mandadas por Álvar Fáñez, los senegaleses de Yúsuf acabaron con el ejército cristiano. Alfonso VI salvó la vida con la huida.

La historiografía moderna considera exageradas cifras de 60 000 combatientes para esta época. Las estimaciones de Bernard F. Reilly hablan de un ejército cristiano compuesto por 2500 hombres aproximadamente, de los que 750 corresponderían a la caballería pesada (las tropas de élite de los reinos cristianos, compuestas por nobles y acaudilladas por grandes magnates), otros 750 jinetes de caballería ligera y unos mil infantes de toda condición. Por su parte, el ejército de Yúsuf contaría con unos 7500 soldados,[3]​ la mayoría de infantería y caballería ligera. A la exagerada cifra de bajas contribuye la denominación del campo de batalla, que se denominó az-Zallaqah (en español, "suelo resbaladizo") por la gran cantidad de sangre derramada ese día.

Yúsuf ibn Tasufín cruzó Andalucía con su ejército y marchó al norte de al-Ándalus hasta llegar a az-Zallaqah. Los dos líderes intercambiaron mensajes antes de la batalla: Yúsuf ibn Tasufín ofreció tres posibilidades al enemigo: convertirse al Islam, pagar tributo (ŷiziyah) o luchar. Alfonso VI decidió luchar contra los almorávides.

Desarrollo

La batalla comenzó al amanecer de un viernes, con el ataque del rey Alfonso. Yúsuf ibn Tasufín dividió su ejército en tres divisiones: la primera la dirigía Abbad III al-Mu'tamid y era la más numerosa; la segunda estaba al mando del mismo Yúsuf y la tercera división eran guerreros negros africanos con espadas indias y largas jabalinas.

La primera división, la dirigida por Abbad III al-Mu'támid, luchó sola contra Alfonso VI hasta entrada la tarde, y después se unieron a ellos Yúsuf ibn Tasufín y su segunda división, para rodear las tropas de Alfonso VI. Las tropas castellano-leonesas comenzaron a perder terreno. Entonces Yúsuf ordenó a la tercera división atacar y terminar la batalla. Según los relatos de la época, las bajas en el ejército de Alfonso fueron considerables, la mitad del ejército según Reilly. Alfonso VI, por su parte, sobrevivió a la batalla, pero fue herido en una pierna.

El rey y la mayoría de los nobles sobrevivieron, si bien algunos cayeron en el combate, incluyendo a los condes Rodrigo Muñoz y Vela Ovéquez. También hubo importantes bajas en el otro bando, especialmente para las huestes al mando de Dawud ibn Aysa, cuyo campo incluso fue saqueado en las primeras horas de la batalla, y por el rey taifa de Badajoz, al-Mutawákkil ibn al-Aftas. El rey taifa de Sevilla, al-Mu'tamid, (padre de Zaida concubina del Alonso VI y por tanto abuelo del heredero Sancho Alfónsez ) fue herido en el primer encuentro, pero mantuvo unidas a las fuerzas de al-Ándalus en los momentos más difíciles de la carga cristiana, dirigida por Álvar Fáñez. Entre los muertos se encontraba un imán de Córdoba muy popular, Abu ul-‘Abbás Áhmad ibn Rumayla. Se dice que Yúsuf por su parte se vio muy afectado por la carnicería.

Yúsuf tuvo que volver prematuramente a África, por la muerte de su heredero, por lo que Alfonso VI no perdió mucho territorio, a pesar de la derrota de su ejército.

Referencias

  1. a b Francisco Javier Peña Pérez, Mio Cid el del Cantar. Un héroe medieval a escala humana, Madrid, Sílex, 2009, págs. 98-99. ISBN 978-84-7737-217-2.
  2. a b War. 
  3. Bernard F. Reilly (2007), pág. 172.

Bibliografía

Enlaces externos


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