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Reino de Granada (Corona de Castilla)

De Wikipedia, la enciclopedia libre

El Reino de Granada[1]​ fue una jurisdicción territorial o provincia de la Corona de Castilla desde su reconquista en 1492 hasta la división territorial de España en 1833. Las localidades que lo componían según el Catastro de Ensenada pueden verse en el anexo Localidades del Reino de Granada.[2]

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  • Historia de España 5: Expansión de Castilla y Aragón
  • REYES CATOLICOS - RECONQUISTA DE GRANADA
  • Castilla y Aragón durante los siglos XIII y XIV: evolución política

Transcription

A comienzos del siglo XV los reinos cristianos de la Península Ibérica han conseguido no sólo afianzarse, sino empujar a los musulmanes hacia un territorio cada vez más reducido. Con todo, son conscientes de que la etapa final de la Reconquista abre ante ellos un nuevo panorama, en el cual los musulmanes, ahora reducidos al reino nazarí de Granada, dejan de ser una competencia importante, al tiempo que el enemigo para su expansión serán a partir de este momento los demás reinos cristianos. La situación de la Península en el siglo XV es compleja. A comienzos de la centuria, son varios los reinos que coexisten y rivalizan entre sí. El mayor de todos es Castilla, beneficiado por un largo proceso de reconquista en el que ha ido añadiendo nuevos territorios. Le sigue en importancia el reino de Aragón, que podía contar con cerca de 1.000.000 de habitantes. Entre Castilla y Aragón, el reino de Navarra lucha por mantener su independencia, orientando su política hacia las alianzas con la vecina Francia. El último reino cristiano peninsular es el de Portugal, cuya población rondaría 1.250.000 habitantes. Caso aparte es el reino nazarí de Granada. Presionado por Castilla, a la que debe pagar parias o impuestos, cuenta con cerca de 750.000 habitantes, establecidos fundamentalmente en su capital, la ciudad de Granada. La lucha contra el enemigo musulmán ya no es prioritaria. En cualquier caso, los dos reinos hegemónicos, Castilla y Aragón, acuerdan que la conquista de Granada, cuando haya de producirse, será asunto privativo del primero de ellos. Aparcado el problema musulmán, el objetivo de los monarcas y sus reinos será ahora expandir su poder. Castilla mira al Atlántico como ámbito de expansión, en competencia con Portugal, interesadas ambas en el lucrativo comercio con Oriente. Aragón se expande por el Mediterráneo, una ruta directa hacia los caros productos orientales, favoreciendo la creación de consulados mercantiles y consejos de mercaderes. Las monarquías peninsulares se hallan envueltas en frecuentes disputas dinásticas, que a veces derivan en auténticas guerras civiles, como la que enfrentó en Castilla a los partidarios de Pedro I el Cruel y a los de su hermanastro, Enrique II. Tampoco escapa a las intrigas y a las luchas por el poder el reino de Granada. Los muros de la bellísima Alhambra ven cómo, entre 1238 y 1492, se suceden 26 sultanes, seis de ellos depuestos, otros tantos asesinados y uno proclamado hasta en tres ocasiones. En épocas de paz, cuando los monarcas se sienten seguros en su trono, gustan de rodearse de lujos y riquezas, promoviendo la construcción de suntuosas residencias reales, como el palacio-castillo Real de Olite, uno de los monumentos más emblemáticos y hermosos de Navarra. Para su edificación, el rey llamó a su corte a numerosos maestros y artesanos peninsulares y europeos. Estos aportaron un tipo de arquitectura muy del gusto francés, que se puede ver en los miradores, la proliferación de torres y las chimeneas con tejados de plomo, conformando un conjunto de gran belleza. La expansión económica, fundamentalmente la mercantil, promueve el surgimiento de un nuevo y pujante grupo social, la burguesía, llamado a jugar un papel importante en el futuro. Burgueses, junto con el artesanado urbano y una amplia capa de desfavorecidos, forman el paisaje humano de las ciudades medievales. Éstas siguen un trazado urbano sinuoso e irregular, existiendo a veces zonas despobladas. Las calles son estrechas y tortuosas, siempre ocupadas por una intensa actividad. El desarrollo económico de algunas urbes, especialmente las dedicadas al comercio, hizo que se construyeran nuevas áreas. En éstas, las viviendas podían alcanzar dos o tres plantas. Frente a la ciudad, el campo congrega a la mayor parte de la población medieval, habitando en granjas o pequeñas aldeas. Muchas de éstas pertenecen a la Iglesia, pues los monasterios son los grandes propietarios de tierra del momento y también los responsables de la roturación de muchos territorios baldíos. En sus posesiones trabajan campesinos dependientes, que deben pagar un alquiler por labrar el terreno, trabajando desde la salida del sol hasta su puesta. Sólo las obligadas pausas y fiestas religiosas rompían el ritmo del trabajo constante, necesario para la supervivencia. La economía, fundamentalmente agraria y ganadera, en la que la Mesta castellana vive un proceso de expansión, no es ajena, sin embargo, a las crisis periódicas. Provocadas por las malas cosechas o las guerras, las hambrunas sacuden con especial dureza a los más desfavorecidos, afectados también por sucesivas epidemias de peste, que tiene su punto álgido en el año 1348. El descontento de la población se traduce en revueltas y en la búsqueda de culpables, recayendo la mayoría de las miradas en el grupo judío, uno de los más ricos y dedicados tradicionalmente a la recaudación de los impuestos. Alimentado el antisemitismo por la Corona y la Iglesia, son frecuentes las persecuciones, asaltos a las juderías y asesinatos, alcanzando su punto máximo en el año 1391. El clima de persecución no cesará, y sólo finalizará un siglo más tarde, con el decreto de expulsión de los judíos, firmado por los Reyes Católicos en 1492.

Historia

Tras el fin de la guerra de Granada el 2 de enero de 1492, el antiguo reino nazarí de Granada pasó a formar parte de la Corona de Castilla. Su símbolo, el fruto de la granada, se incorporó al escudo de la Monarquía Española y continúa figurando en el escudo de España en la actualidad. La ciudad entraría en una larga decadencia por la pérdida de su papel político y también el económico, ya que el descubrimiento de América sería el impulso para Sevilla, que se convertiría en el siglo XVI en la principal ciudad del sur de España. No obstante, el papel institucional de Granada era destacadísimo, pues obtuvo voto en Cortes (privilegio que solo tenían 17 ciudades), a su catedral se le concedió el rango de archidiócesis y su puesto en la planta judicial era solo igualado por Valladolid al acoger la Real Chancillería de Granada, con jurisdicción sobre la mitad sur de toda la Corona castellana.

Los problemas de integración —religiosos y étnicos, aunque con una clara base en peculiaridades socioeconómicas— de los moriscos con la población cristiana-vieja que pasó a ser la dominante socialmente, estallaron en la Rebelión de las Alpujarras de 1568-1571. Fue reprimida duramente y suscitó la dispersión de los moriscos por el interior de Castilla. El punto final de su presencia en España fue la definitiva y total expulsión de los moriscos de 1609.

Desde el punto de vista jurisdiccional el territorio del reino de Granada era tanto realengo como señorial. Entre los señoríos, todos laicos, los más destacados fueron los pertenecientes a la casa de Alba, la casa de Arcos, la casa del Carpio, la casa del Cenete, la casa de Medina Sidonia, la casa de los Vélez, la casa de Villena y la casa del Infantado, así como el estado de Çehel de las Alpujarras, el estado de Órgiva, el estado y casa de Baza, el estado de Bacares, el estado de Marchena y el señorío de Armuña, entre otros muchos de menor extensión.

A diferencia de los reinos secundarios castellanos, en especial de los andaluces, el Reino castellano de Granada fue el único que realmente gozó de una entidad política, administrativa y militar propia. Los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén, y todavía en menor medida los de Algeciras, Gibraltar y los Algarves, poseyeron la titulación de reino, pero la administración de los mismos fue unificada rápidamente en un ente superior llamado Andalucía.[3]​ De este modo, el sur peninsular quedará dividido desde 1492, y hasta 1833, en dos entidades administrativas: Andalucía y Granada, cada cual con su estructura administrativa, judicial y militar propia. Mientras los reyes nombran una administración unificada y común para los reinos andaluces (con notario mayor de Andalucía, adelantado mayor de Andalucía, capitán general, audiencia y arzobispado con sede en Sevilla), el Reino castellano de Granada recibió su propio notario mayor, su adelantado mayor del reino de Granada, su capitán general, su arzobispo, su propia Audiencia y la Chanchillería.[3]​ De este modo, con el establecimiento de sus representantes directos en Granada tras la Reconquista, los reyes dejaron clara la diferenciación entre Andalucía y Granada, presidida esta última por una tetrarquía político-religiosa, encabezada en sus inicios por el arzobispo Hernando de Talavera, el conde de Tendilla, Andrés Calderón y Hernando de Zafra.[4]

En 1833, tras 341 años de existencia, el Real Decreto de 30 de noviembre suprimió el reino de Granada, creándose la actual provincia de Granada, que se formó uniendo localidades del reino homónimo, excepto las que pasaron a formar parte de la provincia de Almería, de la provincia de Málaga, provincia de Jaén y de la provincia de Cádiz. Actualmente la provincia está compuesta por los municipios que pueden verse en el anexo Municipios de la provincia de Granada.

Véase también

Notas

  1. Véase la 2.ª acepción del término reino en el Diccionario de la Real Academia Española.
  2. Las localidades del reino de Granada según el Catastro de Ensenada
  3. a b Vilar Sánchez, Juan Antonio (2004). 1492-1502: UNA DÉCADA FRAUDULENTA: HISTORIA DEL REINO CRISTIANO DE GRANADA DESDE SU FUNDACIÓN, HASTA LA MUERTE DE LA REINA ISABEL LA CATÓLICA. S.L. Alhulia. p. 127. 
  4. Vilar Sánchez, Juan Antonio (2004). 1492-1502: UNA DÉCADA FRAUDULENTA: HISTORIA DEL REINO CRISTIANO DE GRANADA DESDE SU FUNDACIÓN, HASTA LA MUERTE DE LA REINA ISABEL LA CATÓLICA. S.L. Alhulia. pp. 127-128. 
  5. La granada heráldica era ya empleada como divisa personal de Enrique IV de Castilla, en forma de dos ramas de granado frutadas con el lema reinar es agridulce, y luego por los Reyes Católicos y sus descendientes. Aunque desde 1475, el rey de Castilla también se autodenominó Rey de Granada, no es hasta el término de la Reconquista, en agosto de 1492, que se comienza a introducir en las armas reales la granada como símbolo parlante del reino incorporado. En 1497, la acuñación de una nueva moneda excelente de granada difundiría el uso de esta figura que terminaría por formar parte del escudo de armas nacional de España
  6. Faustino Menedes Pidal, El Escudo de España, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, Madrid, 2004, ISBN 84-88833-02-4, pag.199-203
Esta página se editó por última vez el 15 ene 2024 a las 22:52.
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