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De Wikipedia, la enciclopedia libre

Nazares, talismanes para proteger contra el mal de ojo, en venta.

El mal de ojo es una creencia popular[1]supersticiosa[2]​ que está extendida en muchas civilizaciones, según la cual una persona tiene la capacidad de producir daño, desgracias, enfermedades e incluso llegar a provocar la muerte a otra solo con mirarla. Esta contraparte afectada se dice que "está ojeada", que "le echaron mal de ojo", o "el ojo encima"

Antiguamente se pensaba que las brujas eran quienes lo usaban para hacer caer enfermas a sus víctimas, y que así perdieran el amor o llegaran a dejarlas en ruinas.[3]

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Transcription

Nombre

Enrique de Villena escribió en 1425 un tratado sobre el "mal de ojo" o "aojamiento", diciendo que los facultativos lo llamaban "fascinación", del nombre tradicional en latín "fascinare" (que significa "encantar" o "hechizar").[4]Joaquín Bastús escribió en 1862 que la palabra griega "envidia" venía de la expresión "aquella que nos mira con mal ojo" y de ahí el mal de ojo, y que los griegos protegían a los jóvenes marcando sus frentes con barro o cieno.[5]

Un objeto, planta, palabra, inscripción, etcétera, que sea "apotropaico" es aquel que aleja el mal de ojo, los espíritus y el infortunio; esta palabra viene del griego "apotrépein", que quiere decir "alejarse".[6]

El libro del Corán alude al mal de ojo: "Los infieles casi os hacen dormir con sus miradas" (68, 51), y entre los males de los que hay que protegerse se alude a "el mal de un envidioso cuando envidia" (113, 5).[1]

Protección contra el mal de ojo

Se usan protecciones muy variadas, como ponerle un objeto llamativo, como una cinta roja o violeta, al envidiado o afectado, a fin de atraer la mirada del observador lejos del observado,[7]​ o colgar amuletos o higas que sirven como escudo contra el mal.[1]

En tradiciones orientales, como por ejemplo las presentes dentro del hinduismo, se indica que la energía proveniente de la maldición (y sus equivalentes como el mal de ojo) solo afecta al mundo material (mundo ilusorio de Maya) y no al espíritu (atman) de la persona; por lo cual el efecto de esta depende solo de la fuerza de voluntad y espíritu del individuo afectado, o de quien lo realice. De este modo está al final en manos de uno mismo el ser afectado o no por ésta.

Por países y culturas

Las formas de protección o curación son diferentes según el lugar, país o cultura de creencia.

Antiguo Egipto y Asia

Durante la lejana época del Antiguo Egipto se utilizó como protección el "Ojo de Horus". Se conoce como nazar (en turco: boncuğu nazar o nazarlık), al talismán más frecuente en Turquía, que se encuentra en casas y vehículos, o son usados como adornos. También entre algunos israelitas es frecuente la jamsa.

Europa

En Grecia también es frecuente el nazar, también llamado ojo griego, que representa a un ojo cuyo iris es predominantemente azulceleste. Se usa desde la Antigüedad en collares o en kombolói y begleri, etcétera. En Italia, sobre todo en el Mezzogiorno, es frecuente el descendiente del itífalo llamado cornicello o "cornetto portafortuna". En España, en la región de Murcia, se usa como protección la cruz de Caravaca. En el País Vasco y Navarra, los antropólogos creen que se usaban amuletos de bronce y plata desde la Edad del Bronce.[7]​ En Álava, todavía se le cuelgan cencerros a las vacas, como residuo de los antiguos amuletos que hacían ruido para ahuyentar a los males que se creía que acechaban al valioso ganado.[7]

El origen de esta befa o escarnio, según relatos, procede de un hecho histórico ocurrido en la ciudad italiana de Milán durante la baja Edad Media, tras haberse revelado los habitantes de tal ciudad contra el emperador alemán Federico II Barbarroja, expulsando a su esposa montada sobre una mula con la emperatriz mirando hacia atrás. Raudamente ocupó el emperador alemán la ciudad de Milán y ordenó insertar un fioco o higo en el trasero de la mula en cuestión y obligó a que cada uno de los rebeldes derrotados sacase con la boca tal higo y lo volviese a meter sin ayuda de sus manos. Quienes no lo hacían eran ejecutados por un verdugo; de allí vendría la frase fare la fica como muestra de grave ofensa a una persona, o hacer el gesto de la higa en España, un gesto semejante en significado común en Italia y Argentina. Especialmente procedente de la Europa Mediterránea es el corte de manga, que deriva de la mímica que originalmente representaba al corte de la mano a la altura de la muñeca. En italiano se dice fica al igual que en portugués, mientras que en francés es figue.[8]

América Latina

Los amuletos más comunes utilizados en América Latina son: una semilla llamada ojo de venado, higas, cuentas de vidrio (chaquira roja y negra), un imperdible de plata con un ojo azul de vidrio, ámbar, un collar hecho por sí mismo, etcétera.

En Chile, muchas veces se santigua a los bebés, en una especie de unión de las tradiciones cristianas y las paganas; además, se suele colocar una medalla con la imagen de un santo o la virgen pegada a una cinta roja enganchada en la ropa en el pecho del bebe para protegerlo. Se dice que los adultos con miradas "pesadas" suelen cargar de energía a los niños y niñas que son pequeños y no pueden sostener el peso, ahí se les lleva a una mujer que los santigua. En Perú y México se pasa un huevo o un cuy por todo el cuerpo del afectado para extraer el mal. Dentro de estas tradiciones destaca el mal de ojo producido por los brujos chilotes o los calcus mapuches.

En Centroamérica, existen varias formas de curar el mal de ojo, que también se conoce como ojeo u ojo; se cree que los más afectados por este padecimiento son los niños. Una de ellas consiste en frotar suavemente alrededor de las órbitas oculares con el cordón umbilical de una persona del sexo contrario al del enfermo (en algunos lugares de México todavía se acostumbra guardar el cordón umbilical de los recién nacidos). También se puede tallar o tapar al niño con alguna prenda de ropa usada y sudada del padre. Si se sabe quién fue la persona que causó el daño, se le pide que cargue al niño. Asimismo suele recurrirse a una piedra llamada ixahi, la cual se utiliza para absorber el "mal" al frotarla en el cuerpo. Una vez hecho esto, es necesario tirarla. Son de uso frecuente las limpias con pirul, tabaco, chile ancho, huevo, copal negro, hojas de pipe e incluso fuego. En caso de que quien haya ocasionado el ojo al niño sea un animal, se recomienda remojar camalonga en agua y dar a beber al pequeño el polvillo que queda en el recipiente.

En Perú y Bolivia, la mitología andina sugiere que el mal de ojo se ocasiona debido a que un Apu, o espíritu divino de los cerros, ha mirado fijamente o tuvo contacto visual con el enfermo, que generalmente es un niño pequeño debido a su vulnerabilidad, el cual tiempo después desarrolla hinchazón, adormecimiento y ardor en los ojos, o fatiga y dolor de cabeza. Para contrarrestar esto, se acostumbra hacer un ritual con un cuy, que posterior y opcionalmente será sacrificado. Todo el procedimiento debe ser ejecutado por un chamán, o curandero andino. En Perú también se acostumbra llevar en la muñeca del niño una semilla frutal amazónica llamada Huayruro, para protegerlo de los espíritus ocasionantes del mal de ojo. Junto al cuy, se suelen utilizar hierbas andinas ancestrales o la hoja de coca. Un familiar del sexo opuesto al enfermo le puede sanar el mal de ojo pasándole un huevo de gallina por el cuerpo y recitando rezos para ahuyentar a los espíritus del mal de ojo.

En Argentina, Ceferino Namuncurá, nacido en el pueblo de Chimpay o Chimpai, es a quien se adjudica, en la creencia popular o folclórica argentina, el descubrimiento del remedio para el ojeamiento o mal de ojo, y la enseñanza a los pueblerinos locales de dicho arte. Por esto, los curanderos o chamanes provenientes de la región de referencia son considerados por los supersticiosos como los más apropiados para realizar estos rituales.

En Venezuela, "se manda a preparar el ombligo" (el cordón umbilical) del recién nacido una vez que este se desprende a las pocas semanas de haber sido dado a luz. Esto es realizado por brujos o curanderos que rezan y colocan el ombligo en una funda roja pequeña para cargarla como amuleto o bien depositarlo en la cuna del bebé. Si el bebé ya tiene mal de ojo, se lleva a un "ensalmador", que ensalma (reza) frente al niño haciendo la señal de la cruz repetidas veces. Este tratamiento se realiza a veces por tres sesiones seguidas, una por día. Se recomienda que los neonatos carguen una cinta roja en una de las manos además de un amuleto de azabache, la cual consta de cuencas de color rojo (en el Caribe esas cuentas suelen ser de coral rojo) y negro alternadas, y generalmente con una figura de un puño de azabache. Es común ver a los niños con este amuleto. Son generalmente fabricados por indígenas.

En Guatemala, las llamadas comadronas en los pueblos utilizan un trapo o tuza (hoja seca de maíz) para frotar al recién nacido que presenta síntomas como: llanto, hipo, fiebre o sobresaltos mientras duerme. Mientras lo frotan con el trapo o tuza las comadronas escupen dicho utensilio repetidas veces y lo vuelven a frotar en el recién nacido; luego de pasarlo varias veces sobre el niño lo echan al fuego, y si el trapo o tuza cruje en las llamas se dice que el niño tenía ojo y se le ha curado, y si esto no pasa se dice que no era mal de ojo su afección. También se acostumbra a decir que no deben cargarlo las personas que están asoleadas o han estado bajo el sol de mediodía, ya que según las creencias de los más ancianos esto les puede provocar mal de ojo. Otras formas de crear mal de ojo según la cultura oral, es que cargue al recién nacido una persona en estado de ebriedad, o que a alguien que le agrade el infante solo le hable y no lo cargue.

En Uruguay, si un bebe recién nacido tiene llanto incesable y tira los ojos para atrás es porque esta "ojeado" y es común escuchar de parte de abuelas "llevalo a vencer"; eso hace referencia a las venceduras, que son utilizadas para curar distintos malestares especialmente en niños. Esta práctica también se utiliza en este país para curar el empacho. En el procedimiento se utilizan plantas nativas unidas en un ramo o también con brasas recogidas con una tijera y se les realiza la señal de la cruz en el aire (entre 1 o 2 metros entre el niño y la tijera con las brasas), luego son introducidas una a una en un recipiente (sea vaso, plato o tazón). Así, si bajan es seña de que está ojeado, si bajan apenas de la superficie del recipiente dando giros es que apenas está ojeado y si queda arriba sin ningún movimiento significa que no está ojeado. Este ritual se hace de 3 a 9 días según sea necesario.

En Brasil, si algún bebé tiene síntomas también se realizan curaciones con plantas por tres días hasta que desaparezcan los síntomas.

Véase también

Referencias

  1. a b c S. G. F. Brandon (1975). Ediciones Cristiandad, ed. Diccionario de religiones comparadas 2. traducido por J. Valiente Molla. pp. 976-977. ISBN 9788470571886. 
  2. Anton Erkoreka (2005). «Mal de ojo: una creencia supersticiosa remota, compleja, y aún viva». Munibe (57). 
  3. Kronzek, Allan Zola. El diccionario del mago. Ediciones B Grupo Zeta. ISBN 970-710-056-7. 
  4. Antonio Capmany y Montpalau (1863). Impr. de M. B. De Quirós, ed. Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid. Biblioteca de el Contemporáneo. pp. 327-329. 
  5. V. Joaquín Bastús (1862). «Más vale envidia que piedad». En Libr. de Salvador Manero, ed. La Sabiduria de las naciones, ó, Los evangelios abreviados: probable origen, etimología y razón histórica de muchos proverbios, refranes y modismos usados en España. p. 111.  procedente de Biblioteca de Cataluña
  6. Luis Pancorbo (2006). Siglo XXI de España Editores, ed. Abecedario de antropologías: bestiarios, creencias, chamanes, destinos, etnografías, fantasías .... p. 44. ISBN 9788432312595. 
  7. a b c Juan Cruz Labeaga Mendiola (1995). «Amuletos antiguos contra el mal de ojo en Viana (navarra)». Cuadernos de Sección. Antropología - Etnografia (8): 45-58. ISSN 0212-3207. Archivado desde el original el 7 de junio de 2019. Consultado el 30 de diciembre de 2010. 
  8. Mencionado este hecho por Rabelais, François en Gargantua y Pantagruel.

Bibliografía

  • Montoya Briones, José de Jesús (1964). Atla: etnografía de un pueblo náhuatl. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia.
  • Maurer, Eugenio (1984). Los tseltales. México: Centro de Estudios Educativos AC.
  • Münch, Guido (1983). Etnología del Istmo Veracruzano. México: UNAM/Instituto de Investigaciones Antropológicas.
  • Olavarrieta, Marcela (1990). Magia en los tuxtlas, Veracruz. México: INI/CNCA.
  • Tranfo, Luigi (1990). Vida y magia en un pueblo otomí del Mezquital. México: INI/CNCA.
  • Trejo Silva, Marcia (2009). Fantasmario mexicano. México: Trillas. ISBN 978-607-0069-8
  • Villa Rojas, Alfonso (1987). Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo. México: Instituto Nacional Indigenista. Serie de Antropología Social. Colección INI número 56.

Enlaces externos

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