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De Wikipedia, la enciclopedia libre

Ónfalo de Delfos que se exhibe en el museo.

El ónfalo (del griego antiguo ὀμφαλός omphalós, 'ombligo') es un antiguo betilo o artefacto pétreo de uso religioso originario del ádyton del oráculo de Delfos, en la Antigua Grecia. Según la mitología, sería la piedra (según algunas versiones, la misma que su padre Crono había engullido en su lugar) dejada por Zeus en el centro (ombligo) del mundo.

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  • 06-03-2015. Tales de Mileto
  • Dereitos Humanos no IES Becerreá

Transcription

Cuenta la leyenda que Zeus, padre de los dioses y los hombres, hizo volar dos águilas. Cada una partiría desde uno de los dos confines opuestos del universo. El punto en el que éstas se encontraran determinaría el mismísimo centro del cosmos. Las aves quisieron cruzar su vuelo sobre el monte Parnaso, hogar de las musas, donde el propio Zeus, hijo de Cronos y de Rea, situaría una piedra, el ónfalo, ombligo a partir del que concibió el resto del mundo. Entorno al ónfalo, los mortales erigirían más tarde un santuario, primero en honor a la diosa Gea y posteriormente al resplandeciente Apolo. Este sagrado emplazamiento se convertiría, con el paso del tiempo, en el centro religioso de un pueblo que fue capaz de desarrollar una de las civilizaciones más prosperas y sofisticadas que jamás se hayan conocido: los griegos. La construcción del templo de Apolo tiene lugar en el siglo VI a. de C. Paralelamente, en el extremo oriental de Grecia, destaca el progreso de la floreciente Mileto, colonia griega y una de las ciudades estado más importantes del Egeo. Su estratégica situación geográfica, a medio camino entre dos de los focos culturales y económicos más destacados de la antigüedad, Persia y Egipto, la convierten en puente de tránsito, ya no solo de mercancías, sino de conocimientos entre el mistérico Oriente y el pujante Occidente. Las numerosas excavaciones llevadas a cabo a lo largo del siglo XX, redescubren una ciudad bulliciosa y cosmopolita. El ambiente de efervescencia cultural y de tolerancia que se respiraba en Mileto, la prosperidad de la clase comerciante que la habitaba, su amplitud de miras, así como el conocimiento y respeto de otros pueblos surgido a través del intercambio mercantil, convertían este singular puerto jonio en un hervidero de ideas, creencias y saberes. Los milesios orgullosos de su carácter abierto se convierten en un pueblo cada vez más desarrollado y sobre todo, más consciente de sí mismo. Esta suma de factores produce un hito sin precedentes en la historia del pensamiento, una suerte de milagro en virtud del que, por primera vez, a la hora de explicar los fenómenos de la naturaleza, se sustituye a los espíritus y a la voluntad arbitraria de los dioses por explicaciones racionales, por leyes fijas, predecibles y necesarias. Se trata, ni más ni menos, que del venturoso nacimiento de la filosofía. Esto ocurre en Mileto, en este lugar donde el protagonista también es el mar, en una colonia que ha fundado Atenas a partir prácticamente de las migraciones dorias del siglo XII a. de C. y que está constantemente amenazada por el otro, el otro hostil, diverso, de Grecia que es justamente Persia. ¿En qué sentido es diverso? En justamente lo que estoy subrayando, en que allí la autoridad, la divinización del monarca, la pleitesía, la obediencia a lo que sean órdenes impuestas que no permitan ser discutidas, esto es justamente lo que tiene que tenerse en cuenta a la hora de saber lo que no es nunca, lo que nunca será la filosofía griega. Durante todo el milenio de la filosofía griega, desde el siglo VI a. de C. hasta el siglo VI d. de C., en ese milenio, cuando hablamos de filosofía, hablamos de antiautoritarismo, antidogmatismo y antiasunción de ningún modo de racionalidad comunicativa pública, colectiva, que no pueda ser discutido, dialogado y mejorado, es decir, que no pueda ser pasado por el tamiz de lo que permite la libertad institucional y las costumbres que se basan en instituciones justas. Es precisamente en esta ciudad de la actual Turquía se cree que entorno al año 625 a. de C., donde nace Tales de Mileto, considerado como el primero de los filósofos. Pocos datos se conocen de la vida de Tales, sin embargo, se sabe que desempeñó un importante papel como legislador en su Mileto natal, una pista importantísima a la hora de entender un legado en el que la política adquiere un protagonismo determinante si queremos acercarnos a la figura del considerado como padre de la filosofía. El logos del ser que se da en el lenguaje constituyendo polis no puede ser separado de la fisis como apuesta por una naturaleza creativa, autolegislada y espontánea, por lo tanto completamente diferenciada de cualquier artificialidad tecnológica. Fisis kai logos como lenguaje y ley comunitario legislativo que permite el espacio de la sociedad civil y de las acciones participativas, fisis kai logos kai polis. Verdaderamente no puede darse, no se dio, el surgimiento, que podía no haber ocurrido, de la filosofía como pensamiento crítico en el sentido que estoy advirtiendo, no se da, sin esa tríada, fisis kai polis kai logos, a la que hay que añadir, como luego se irá estableciendo y explicitando, también la poiesis, la literatura creativa, también participativa y comunitaria, por ejemplo, en la tragedia Ática, por ejemplo en el teatro, incluso en Eleusis, en los misterios eleusinos, que no dejan de constituir lazo social, donde la comunidad de los iniciados ayuda al nacimiento, a la continuidad, al surgimiento de la vida y de la primavera. Considerado como uno de los siete sabios de Grecia, Tales de Mileto será el primero de una importante saga de pensadores jonios. Junto con Anaximandro y Anaxímenes, discípulos y depositarios de su legado, será uno de los principales representantes de la Escuela Jónica o Escuela de Mileto. También conocidos como "los físicos" centrarán su preocupación en determinar qué es el "arjhé" o principio último, es decir, la naturaleza última de la realidad. En este sentido, es fundamental atender al sentido mismo de la fisis en este momento, que está bastante alejado de su sentido moderno. Es decir, por fisis en este momento se entiende el ámbito originario de la vida. El ámbito originario de la vida en términos dinámicos, es decir, en términos de su propio despliegue, de su propia constitución, de su propio funcionamiento. Y en este sentido ellos buscan aquello que es principio en la naturaleza. Hay muchos helenistas que defienden que arjhé puede significar origen y al mismo tiempo ley. Verdaderamente no puede significar origen porque la filosofía nace como puesta en cuestión crítica del pensamiento mitológico al que llama genético, cosmogónico, teogónico, por tanto significa ley, pero al mismo tiempo significa unidad. Es decir, por qué, qué enlaza esas dos cuestiones, una ley que sea un límite limitante, que no pertenezca a lo limitado que legisla, legislante, legislado, alegislado, esa ley tiene que poder ser una unidad intensiva indivisible. Lo que permite que llamemos ley a lo que se lo llame el pensamiento griego, será que sea ese tipo de unidad. Una unidad, por lo tanto, indivisible que ha de ser intensiva, no extensa, y al mismo tiempo, una unidad que une, una unidad que activamente, formulada en verbal, está unificando, enlazando los fenómenos. También, dentro de lo que estábamos hablando dentro de que ante todo los presocráticos lo que hacen es una investigación ontológica, una investigación de la fisis en profunda conexión con el ser, con lo que somos, con todo lo que eso significa y despliega, ser es desear, pensar, habitar, tiene una serie de implicaciones y declinaciones que los presocráticos ya atisbaban, ya trabajaban con ellas. Dentro de estas posibles declinaciones, la palabra particular que se utiliza para apuntar a esa investigación, es el término arjhé. Es cierto que no es un término que aparece directamente en los textos de los presocráticos, en particular los textos milesios, es un término que introduce Aristóteles, pero es un término que nos sirve, dentro de nuestra historia de la filosofía, dentro de la interpretación que estamos manejando, para orientarnos. El agua, y no otra cosa, sería para Tales este arjhé, esta ley, unidad indivisible o principio elemental constituyente. En ese sentido, agua para Tales de Mileto, y Mileto está desde luego en el mar, no olvidemos la película de Julio Medem, perdón, el libro que ha dedicado hace poco a Aspasia de Mileto, una bellísima mujer que está, lógicamente, en relación con la colonia ateniense a la que pertenece y se hace la compañera, la amante del gran Pericles, todavía no hemos llegado al siglo V, estamos en el siglo anterior, pero nos da idea de la proximidad de esa bellísima colonia constantemente al mar, al mar que en este momento es el mar de las aguas de Turquía. Bien, pues esta agua, es en un archipiélago la que une, el medio, lo que enlaza, a las distintas unidades entre sí. Es lo transitable. Esta dimensión del límite uniendo, que luego Heráclito llamará logos, como enlace, es la que permite que Tales diga que es arjé, que es ley, porque mide, porque es criterio, porque es medio de relación y, al mismo tiempo, porque se transforma con completa facilidad en los estadios de lo líquido, lo sólido y lo gaseosos. Además, los organismos vivos tienen un altísimo porcentaje de agua. Todo esto confluye, a la hora de establecer los que atribuyen a Tales esa filosofía, esa doctrina, que el arjhé es el agua. En principio, el agua es algo también muy común para cualquiera, es un fluido, es algo tremendamente sutil. Es cierto que puede cambiar de estado fácilmente, en función de agentes externos, está siempre en comunicación con un afuera, con una extremidad, que le modula, modulando él también el medio. En este sentido es capaz de cambiar de estado, de forma. Este cambio lo que hace justamente es que no tenga una forma propia, una forma definida, pudiendo ocupar diferentes cuerpos. Es útil, decíamos, fluye. También es capaz de ocupar intersticios. Justamente esta sutilidad lo que parece que permite al agua, es algo muy de sentido común también, es colarse en cualquier hueco, ocupar cualquier juntura, cualquier intersticio. Sutil, fluido, pero también violento. El agua es capaz de desgarrar, empujar, romper, cuando la urgencia, o mejor la gravedad, lo exige. Eso sí, es una destrucción que también puede ser constructiva. Hay un arrastre, un empuje, hay una cierta violencia, pero el agua también sedimenta. El agua parte de lo arrastrado, puede, ocurre, y de hecho no otra cosa le pertenece al agua que permanecer en estratos que son vivos en cuanto que dan vida. No hace más falta que pensemos en un río, en la formación de civilizaciones entorno suyo y demás. Son muchos los estudiosos que afirman que Tales tuvo ascendencia fenicia y que teniendo en cuenta que los jonios comerciaban frecuentemente con Egipto, pudo viajar al país del Nilo y recibir allí las enseñanzas de los sacerdotes, iniciados en materia de astronomía y matemática. Se cuenta que fue capaz de predecir un eclipse, y que sucediendo éste en medio de una batalla, los ejércitos enfrentados decidieron llegar a un acuerdo de paz por temor a las consecuencias divinas. Además, le atribuyen el haber calculado la altura de la gran pirámide gracias a la medida y a la comparación de su sombra. Presumiblemente, también fue capaz de anticipar una abundante cosecha de aceitunas. La previsión le permitió adquirir todas las prensas disponibles para convertirlas luego en aceite, amasando por consiguiente una enorme fortuna. Su objetivo, sin embargo, más allá del enriquecimiento personal, fue poder demostrarle al pueblo los beneficiosos aspectos prácticos de la filosofía. Tales se empecinaba de esta manera, a través de la medición sistemática de todo lo que le rodeaba, en desobedecer a las costumbres y a las tradiciones mitológicas y dogmáticas establecidas, poniendo así en duda las opiniones hegemónicas de la época. ¿En qué sentido lo hace? En el sentido de que, si nos damos cuenta, hace estas mediciones de las distancias y establece, por tanto, leyes universales regulares para el comportamiento de lo que entra en el ámbito del phao, de la luz, lo que llamamos phainómena, los fenómenos, haciendo que, saltándose la prohibición olímpica, que ya era pluralista de la mitología olímpica, de acuerdo con la cual había regímenes completamente distintos de comportamiento para el ámbito de la tierra, Gea, el ámbito de Poseidón, el mar, el ámbito de Aer, el del éter, el del cielo. Tales piensa que no, que la misma dimensión de la sombra solar y la luz se puede trasladar al mar, las diferencias entre las olas y los mares se pueden trasladar a las pirámides, esto se puede trasladar al cielo... Desobedece, por lo tanto, la reticulación de los regímenes que había establecido la tradición de una teogonía y una cosmogonía olímpica, exiódica y homérica. De Tales no nos ha llegado ningún libro. No sabemos siquiera si escribió algún libro. Si bien de los otros filósofos de la escuela de Mileto sí que sabemos que escribieron libros acerca de la naturaleza, de Tales no sabemos nada. Por tanto, aquello que nos llega es a través de la tradición oral indirecta y todos los testimonios que tenemos acerca de él proceden precisamente de esta tradición. Negando el régimen olímpico de los dioses, Tales no niega la divinidad, al contrario. El salto inconmensurable del nacimiento de la filosofía provoca el tránsito de la teogonía de carácter mitológico, a la teología de naturaleza racional. Surge de esta manera el primer debate crítico en torno a lo divino. A mí lo que me interesa en particular es la relación de eso divino, que ya es una cosa especialmente extraña para nosotros, de eso divino con la cuestión del agua. Tal vez nos pueda ayudar en esa relación, al menos a mí me ha ayudado, el considerar lo divino, que gramaticalmente en griego, también pasa en castellano, es un neutro singular "to cello", en plural "ta cella", siempre nos dicen las gramáticas, lo que viene a decir, lo que viene a significar, aun semánticamente, es algo así como la condición, el carácter, el estatuto, es decir, el neutro singular, "to cello", "to cella", lo divino. Nunca es una sustantividad, nunca es una entidad determinada y delimitada. Es un sintagma muy particular. Habla más de un estar o de un estar siendo, de una condición, de un carácter, que de una sustantividad. Eso es lo divino, es un cierto tipo de condición, como decía ahora mismo, un estar siendo. Y esto, nos dice Tales, es justamente el agua. Esto divino es lo que permite a Tales decir que puede haber un todo y acaba con eso de surgir, de nacer, la noción de ley. La primera sentencia que se le atribuye unánimemente, también consolidada por la tradición peripatética, por la tradición aristotélica y por la de Simplicio, es esta, "panta plere theia" o "panta plere theion". Todo, panta; plere, está lleno; theion, de lo divino. Lo divino en un neutro, en un adjetivo adverbial que es evidentemente no el de un único dios, lo divino. ¿Qué es esto divino? Fijaos cómo tenemos que invertir la comprensión habitual del lenguaje para darnos cuenta de lo que ha hecho Tales a la hora de descubrir qué significa el surgimiento, el nacimiento, el salto del nacimiento de la filosofía. Porque hay lo divino, porque hay lo eterno necesario, se puede hablar de que hay todo. Porque eso divino necesario, eterno, inteligible, lo hay en cualesquiera de los fenómenos como su ley, no al mismo nivel fenoménico, como su ley, condición de posibilidad determinante, posibilitante de que sea así y no de otro modo, porque hay esto divino inteligible podemos hablar de todo. En estos filósofos encontramos una disposición frente a la naturaleza, por la cual, aquello que es principio, aquello que es primero, eso es precisamente lo divino en ella. De ahí que Tales afirme que todo está lleno de dioses. Cuando Tales afirma que todo está lleno de dioses, esta afirmación que ha recorrido la historia entera de la filosofía, no apunta a que haya pequeñas entidades que son pequeños démones o pequeñas entidades divinas repartidas físicamente por la naturaleza, sino precisamente, a que este principio divino acoge a la naturaleza entera, y que no es exterior a ella, sino que le pertenece en su propia dinámica vital, en su propio ritmo vital, en su propio impulso. Y que esta vida originaria, eso es lo divino. De ahí que todo esté lleno de dioses, todo esté acogido por lo divino. "Lo más hermoso es el cosmos porque no ha sido engendrado". Es la última de las sentencias que se le atribuyen a Tales, una máxima cuya traducción del griego ha ido variando a lo largo del tiempo, en función del prisma interpretativo a través del que sucesivamente se ha tratado de descifrar su significado. ¿Por qué? Porque esta sentencia, si es leída por los que pertenecen a tradiciones bíblicas, tanto judías, como musulmanas, como cristianas, se transforma por completo. Él dice "calixto cosmos", lo más hermoso es el cosmos, y él añade, explica, "gar poiémata zeu", porque no ha sido, "poiémata", no ha sido producido, engendrado. Es lo más hermoso porque no ha sido engendrado. Mientras que cuando lo leen los pertenecientes a las culturas del libro dicen: el cosmos es lo más hermoso porque ha sido engendrado por dios. En la misma sentencia. Hoy en día se estima que Tales falleció en torno al 546 a.de C., sin embargo su legado permanecerá vivo y será retomado, primero por Anaximandro, a quien sucederá más tarde Anaxímenes, ambos milesios. Los griegos seguirán todavía acudiendo durante los siglos venideros hasta el templo de Delfos a rendir tributo a sus dioses. Sin embargo, algo ha cambiado de manera irreversible en Mileto, donde en la actualidad todavía resuenan los ecos de las enseñanzas de Tales. Poco a poco, el centro del universo dejará de ser el divino ónfalo para desplazarse, sin remedio y para siempre, hacia el hombre.

Descripción

El ombligo ha sido, desde tiempos remotos en el Viejo Mundo, el símbolo del centro. A partir de ese centro se creía que se había realizado la creación del mundo. Se sabe de la existencia de este símbolo en muy diversos pueblos. Su colocación en un lugar escogido otorgaba su sacralización y lo convertía en el centro del mundo. El historiador y geógrafo griego Pausanias escribió sobre el ónfalo y decía de él que era el símbolo del centro cósmico donde se crea la comunicación entre el mundo de los hombres, el mundo de los muertos y el de los dioses:

Lo que los delfios llaman el Ónfalo está hecho de mármol blanco y dicen los delfios que es el centro de la tierra, y Píndaro en uno de sus cantos dice la misma cosa.[1][2]

En el lugar sagrado de Delfos fue descubierto en el siglo XIX el gran yacimiento del recinto sagrado, dedicado al dios solar Apolo. Muchas de las piezas encontradas fueron llevadas al museo que se creó para estos descubrimientos y entre ellas una copia romana del ónfalo que se guardaba en aquel lugar. El original estaba en el interior del templo de Apolo y una de las copias de mármol es la que vio Pausanias delante del edificio. La red de bandas de lana que recubría el ónfalo estaba representada en relieve sobre la piedra. En el original los nudos estaban adornados con piedras preciosas tallados en forma de cabeza de Gorgona y con dos águilas en la parte superior.

La leyenda cuenta que Zeus hizo volar dos águilas o dos cuervos desde dos puntos opuestos del Universo. Las aves llegaron a encontrarse en Delfos, en el lugar donde hay una piedra cónica llamada ónfalo.[3]​ La piedra, en forma de medio huevo, fue encontrada durante las excavaciones cerca del templo de Apolo. Estas piedras que representaban el ombligo del mundo simbolizaban el centro o lugar a partir del cual se había iniciado la creación del mundo. Al colocarlas en un determinado espacio, se le sacralizaba y convertía en centro religioso. En el caso del ónfalo de Delfos, este santuario se convirtió en el ombligo o centro religioso de toda Grecia.

En algunas monedas encontradas en el recinto se puede ver la imagen del ónfalo, esquematizada y representada por un punto en el centro de un círculo.

Véase también

Referencias

  1. Pausanias, Descripción de Grecia x.16.3
  2. Píndaro Píticas iv.74; viii.59.
  3. Estrabón IX,3,6.


Esta página se editó por última vez el 7 dic 2022 a las 14:30.
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